En este contexto no se debe entender el altar de la patria en el sentido estricto del lugar en el que ofrecemos el sacrificio eucarístico, sino en el sentido más amplio, como ese mueble o lugar en el que un fiel, ejerciendo su sacerdocio bautismal, se recoge para elevar sus oraciones a Dios, la Virgen o sus santos.
El uso de esta palabra en este sentido ha sido algo muy propio de nuestra piedad popular a lo largo de los siglos. Tener ese rincón o “altar” en el que los miembros de las familias se recogían para hacer sus oraciones [1]. Así los fieles prolongan el culto que no se agota con la celebración litúrgica [2] en otras expresiones de su vida espiritual, avaladas por la legítima autoridad, en este caso el Ordinario del lugar.
Nuestro “altar de la patria y vientre maternal de la nación puertorriqueña” está compuesto de:
En la primera sala:
a) Un monumento memorial de la entrega del anillo episcopal de D. Juan Alejo de Arizmendi a Ramón Power debajo del cual está una urna de mármol en la que reposan los restos de ambos personajes.
b) Una estela con una cita de la carta pastoral Bendición, n. 17, de S.E.R. Roberto O. González Nieves, OFM, explicando el sentido del lugar.
En la segunda sala:
a) Un gran crucifijo
b) Asientos y reclinatorios para poder sentarse o arrodillarse a orar.